Madrid. 1953.
Hablamos de una vida dedicada a la pintura.
Una vida de barrio, construida desde el talento y la ilusión.
Calles y rincones, hábitat común, que dejaría una huella pura, con ese olor característico de la gran ciudad.
Hablamos de una vida rodeada de realismo, donde el arte se antojaba la salida más utópica.
Una vida que ha convertido un sueño, en algo más real.
De la afición al oficio
En una familia humilde, el mayor de 5 hermanos encontró en la pintura algo más que una distracción. Motivado por la figura de su padre, de quien hoy en día Ramón reconoce fue “el responsable de que me dedique a la pintura “.
Recuerda como las paredes de su casa se convertían en improvisados espacios donde pintar debido a la falta de recursos para comprar lienzos.
“Mi padre me compró mis primeras pinturas y me dejó las paredes de la casa para que pintase. Más adelante, comenzó a vender mis cuadros a sus compañeros de trabajo y me animó para que me presentase a concursos”.
Fue el primer escaparate. La primera vez que se exponía a una opinión critica. Y el resultado no puedo ser más positivo, ya que enseguida comenzó a destacar al obtener diferentes premios de dibujo y pintura. Este fue el comienzo de una fructífera carrera.
Una curiosa anécdota de este periodo llegaría en 1964, en su Chamberí natal, donde se celebró un concurso de pintura, en las Fiestas del 2 de mayo, en el cual su padre presentó una obra de Ramón sin especificar su edad. El desenlace: se alzó con el primer premio en la categoría de adultos. Aquello despertó una gran sorpresa y posterior admiración por parte del jurado y los participantes al conocer su edad en aquel momento: 11 años.
Aquel episodio alimentó su motivación para seguir pintando y ver el arte como algo más que una afición. Comenzó a vender sus cuadros, y con tan sólo 14 años trabajó en un taller, contactando con una pintura más académica. Fue un periodo importante que ha dejado una influencia notable en su obra. Bodegones, paisajes y composiciones de figuras fueron el entrenamiento ideal para completar su formación. Sus maestros reconocían en él una técnica formidable, aún por domar.
“Aprendí rápido lo que me decían los maestros. Para mi era fácil reproducir aquellos temas, y más aún cuando me enseñaron a usar la técnica. Todo era más asequible cuando conocí otros métodos. En aquel momento era sólo un niño y no me planteaba la pintura como arte, si no como un oficio. Me ayudaba a ganar dinero para mi madre mientras aprendía”.
Ramón recuerda esta época como aquella que le mostró que la pintura era un negocio más, y esto le obligó a luchar por mantener intacta su ilusión frente a todo aquello. Una dosis de realismo que le ayudó a vivir más intensamente su sueño.
Esos años transcurrieron entre diferentes talleres, afinando una técnica que contribuyó en el éxito en los concursos, alzándose con más premios por la zona, donde su nombre ya comenzaba a ser reconocido.
Periodo de búsqueda
Con 21 años decidió ausentarse temporalmente de los concursos coincidiendo con su entrada en diferentes salas de arte y galerías de Madrid. Fue una parte más del proceso de maduración. Y aquello le daba la posibilidad de darse a conocer a un público mayor. Ramón amplió horizontes, y sus cuadros cruzaban fronteras que él jamás imaginó, algo que recuerda con cierta ilusión “para mí era extraño saber que algún día podría estar paseando por la calle y encontrar mis cuadros en algún lugar. Esa sensación se intensificaba cuando me decían que había obra mía en países como Estados Unidos, Venezuela o Kuwait. Lugares que quedaban muy lejos de las paredes de la casa donde comencé a pintar”.
Años más tarde dejó la capital para instalarse en el municipio de Pinto “un lugar con la justa tranquilidad” decía.
Llegaron los 80, y con ello, gran parte de su tiempo invertido a la familia, a su vida y a su felicidad alejado de la gran ciudad. “Necesitaba ese espacio para mí, ese tiempo de reflexión obligatorio para cualquier chico de barrio de Madrid que abandona su adolescencia demasiado pronto. Quería digerir todo lo que había sucedido, hacer balance y pararme a pensar que es lo que quería realmente. Y realmente lo que quería era eso. Entretenerme. Parar un poco. Disfrutar y dedicarme a formar una familia. Aún siendo un trabajo maravilloso, nunca dejé de tener presente que simplemente era eso, un trabajo, y no podía dejar que invadiese la gran parte de mi tiempo. Todo esto me hizo ver lo afortunado que era al poder dedicarme a lo que siempre había querido. Y después de un tiempo, sentí la necesidad de compartirlo”.
El círculo se cierra
Ramón encontró un nuevo camino abierto por la pintura: la enseñanza. Esos fueron los años donde comenzó su andadura como docente, ejerciendo como profesor de dibujo y pintura en diferentes colegios y asociaciones del sur de Madrid. Fue una gran satisfacción ver como animaba a otros a pintar, como en su día hiciese su padre con él.
Se le puede considerar uno de los mayores impulsores del arte en Pinto, donde la afición por la pintura ha crecido notablemente desde que se convirtiese en profesor del Taller de Dibujo y Pintura del Centro Municipal de Cultura de Pinto, en 1991, contando con una media de 120 alumnos cada curso. Ya son más de dos décadas promocionando el arte en Pinto como director del taller, y dando a conocer la pintura a muchos aficionados al arte, que reciben por parte de Ramón una formación que él adquirió en sus primeros años. Como él dice “es una forma de cerrar el circulo. Ahora soy yo el que enseña y el que recibe esa satisfacción al ver un alumno agradecido”.
Paisajista
Tras estos años en los que la docencia y los encargos ocuparan su pintura, en 1990 Ramón reemprende una nueva etapa en los concursos de pintura, algo que tendría una influencia más de la esperada en su trayectoria.
“Cuando crees que has aprendido mucho, es cuando te das cuenta lo realmente poco que sabes, y lo mucho que te queda aún por investigar y avanzar. Paré un tiempo para coger fuerzas y llenarme de nuevo de ilusión. Para mí esta nueva etapa en los concursos significó reencontrarme con el estilo de pintura que siempre había perseguido. Me dediqué a buscar mi propio estilo, a romper con aquella pincelada comercial que había desarrollado de pequeño para poder sobrevivir. Me sentía más libre para experimentar. Fue paradójico, pero participando en concursos fue la primera vez que pinté con un único objetivo: ser feliz.”
Abandonó los temas anteriores, comenzando a pintar al aire libre y dejándose invadir por la luz y el color. Ramón se convirtió en un especialista en la modalidad conocida como 'pintura rápida', que tantos éxitos le ha dado. Considera los concursos una parte importante en su pintura, no por la mera competición, si no por todo lo que conlleva salir un fin de semana a pintar al aire libre, relacionarse con otros artistas, la influencia recíproca con ellos. “Es una excusa para reunirse los fines de semana con los amigos y conocer nuevos lugares. También lo tomo como una oportunidad perfecta para conocer tus límites, para ponerte nuevos retos. Aprendes a competir y a enfrentarte a nuevas situaciones a la hora de pintar. No es lo mismo pintar encerrado en tu estudio que salir a la calle y no manejar cada mínimo detalle. Hay cosas fuera de tu alcance, y debes sobreponerte a ellas, siguiendo la línea del tiempo. Te das cuenta de que la naturaleza está por encima de ti y que dependes de ella. Te coloca en tu sitio. Te ayuda a no creerte demasiado importante. Ella decide como va a ser ese día tu cuadro. Hay una relación directa a la hora de pintar así, te sientes en armonía directa con el paisaje, con el clima. Sientes como influencia en tu estado de ánimo, en el resultado final de tu cuadro. Algo que para mí hace diferente este modo de pintura, es como actúa la luz, en espacio y tiempo. Pienso que ese es el gran reto de la pintura: sincronizarte con el paisaje y conseguir plasmar ese momento, ese instante de luz, esa atmósfera. Es la pintura en estado puro.”
En el concurso "Parque del buen Retiro"
Para Ramón, pintar paisajes representa la libertad, la vuelta a sus orígenes, a la soledad de las calles y a la intimidad del momento. Desvinculado con las bases de sus conocimientos académicos que le llevaron a pintar para otros, ahora pinta única y exclusivamente para él, para el momento, para el reflejo de su realidad.
Los paisajes de Ramón son un claro diálogo entre espectador y entorno. Un fino hilo, tan personal e individual, pero a su vez tan común a cada uno de nosotros, convierten la obra intimista de Ramón Córdoba, en perfecto representante de la realidad de muchos. El arte en su estado puro de comunicante. La pintura como herramienta para representar algo tan tangible como la realidad, y tan intocable como un instante. Paisajes intranscendentes, cotidianos, convertidos en arte.
Para unos y para otros, Ramón, habla el mismo idioma que todos usando su propio lenguaje. Sin acertijos, sin parábolas complicadas ni narcisismos. Lo que hace de la pintura de Ramón una pintura muy reconocible y personal. Ramón es 'simplemente' un paisajista de la luz.
Reconocimiento
Ramón posee una trayectoria admirable, repleta de premios y menciones a lo largo de todo el territorio nacional que respaldan la calidad de su trabajo.
Dándole el valor oportuno a cada uno de sus premios, Ramón tiene presente uno en concreto, el cual considera un reconocimiento por parte de la crítica hacia su pintura. Fue en 2009 cuando ganó el concurso más prestigioso a nivel nacional en la modalidad de pintura rápida, el Certamen de pintura del Parque del Buen Retiro, que contó con la participación de mas de 1.500 artistas en su XXXII edición.
“Fue algo que nunca esperé. Pero finalmente llegó. Y lo que más orgulloso me hace sentir es que fui siempre fiel a mi estilo. Nunca busqué llegar de manera especial a uno u otro jurado. Gané pintando lo que siempre había pintando. Era sin duda alguna, “uno de mis cuadros”. Nunca me mentí a mí mismo buscando un objetivo, por eso este reconocimiento representa para mi un premio a mi estilo, a mi constancia, y a la fidelidad que mantengo conmigo mismo.”
Uno de los puntos clave que resumen la obra de Ramón fue la elección de una de sus obras en el año 2004 para una retrospectiva sobre la ciudad de Madrid. Su ciudad. 'Por la mañana' fue la obra elegida para formar parte esta exposición, en la que textos de escritores ilustres acompañaban cada cuadro.
"Quizá lo que más gratificante a nivel profesional fue exponer junto a mi ídolo Joaquín Sorolla. Siempre ha sido el pintor que he tenido como referencia, y un día saber que uno de mis cuadros compartiría techo con una obra suya, fue una satisfacción personal muy grande. Estaba exponiendo junto a uno de los grandes maestros”.
Esta exposición contaba con cuadros de pintores de renombre como, el mencionado Sorolla, Fortuny o Antonio López.
Junto al pintor Antonio López
Además de todo este reconocimiento, los certámenes de pintura han representado un gran escaparate para la pintura de Ramón y han abierto una gran cantidad de posibilidades para su carrera profesional.
“He tenido el honor de ser jurado con artistas de la talla de Antonio López, Juan Genovés, Isabel Quintanilla, María Moreno, Gaspar Francés, Paco López , Miguel Torrus, Coque Bayón y muchos más compañeros. Y puedo decir orgulloso que mantengo una buena amistad con muchos de ellos.”
Un artista familiar
Una carrera de éxitos, que según Ramón se debe a “hacer siempre lo que quise”.
“Para mí el mayor éxito de mi vida ha consistido en no olvidar de donde vine y que nunca me importase demasiado donde he llegado. Quizá nunca busqué el éxito, de ahí que no le dé mucha importancia, Para mí es efímero. Siempre busqué la felicidad, y cada día creo que escogí el mejor camino para llegar a ella, día a día. Es lo que más valoro.”
Considera su trabajo un privilegio, entre otras cosas, como él mismo reconoce “me deja mucho tiempo libre. Para mí y para mi familia. Nunca sacrifiqué tiempo para intentar ser mejor pintor, tener una mejor técnica y conseguir más éxitos. Si mi familia piensa que fui un buen padre, marido y amigo, eso es para mí, representa el mayor de mis éxitos”.